El viernes 27 de Febrero las misioneras de segundo de bachillerato tuvimos una gran misión, la misión de darnos, de la mano de la Virgen, un viernes de cuaresma. Pero… ¿Un viernes?
Sí. Aunque normalmente las misioneras nos reunimos un sábado al mes, debido al gran esperado viaje a Italia y a causa de los exámenes, no pudimos asistir a las dos últimas misiones. Las ganas de darse nunca se pierden, este año se echa especialmente de menos misiones.
Junto con las jefas, organizamos ir a un centro de discapacitados y preparamos actividades para realizar con ellos y preparar la cuaresma. Antes de llegar a nuestro destino y cumplir con nuestra misión, fuimos a la capilla y ofrecimos la tarde al Señor y le pedimos a la Virgen que guiara nuestros corazones revestidos de rojo hasta los corazones de aquellas personas. Como siempre, lo primero es poner la misión y nuestras vidas en manos del Señor y de la Virgen, quienes guían la misión.
Y así fue, llegamos a la Fundación Gil Gayarre en Majadahonda. Fuimos en coches desde el colegio con las jefas. Tuvimos una gran tarde rodeados de rotuladores, risas, ceras, bailes, tijeras, propósitos e intenciones para esta cuaresma y, sobretodo, miradas que daban las gracias en silencio. Y por supuesto, algo muy importante: dejamos un poquito de nuestro espíritu misionero, un poquito de Dios. Solo por esto, por ver esas caras que lo dicen todo, merece la pena ser misionera.
He de reconocer, y creo hablar por todas, que esas dos horas, por escasas que fueran, dieron un fruto enorme.
Que no nos cansemos nunca de gritar a pleno pulmón: ¡MISIONERAS DEL MATER SALVATORIS! ¡EN TODO AMAR Y SERVIR!
«En verdad os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos hermanos míos, aun a los más pequeños, a mí me lo hicisteis.» (Mt. 25,40)
Maria Segade (2.º de Bachillerato)