El pasado mes de Abril las misioneras disfrutamos de una de las escapadas más esperadas del año, la misión larga de fin de semana. Escogimos como destino Valladolid, una vez allí, nos dirigimos al Centro San Juan de Dios donde nos recibieron como siempre, con una sonrisa en la cara. Llegamos por la tarde, nos distribuimos las habitaciones, dejamos las maletas y nos contaron un poco sobre el centro, el tipo de personas con las que íbamos a estar esos tres días, el trato que debíamos tener con ellos y los valores que todos ellos tenían.
En esa charla y durante ese fin de semana me di cuenta de que toda persona, sin importar su condición física ni social, tiene algo valioso que entregar a los demás.
Te demuestran con cada cosa pequeña, cada gesto, cada mirada… que a pesar de tener una discapacidad tienen ese tesón y esas ganas de vivir tan grandes. Un espíritu de superación y solidaridad, de la cual muchas veces los “capacitados” carecemos.
A la mañana siguiente comenzamos con el ofrecimiento de obras en el que pedimos por el fruto de nuestra misión. Durante el fin de semana las jefas tenían muchas actividades organizadas, como por ejemplo una gynkana en las que las misioneras pusieron mucho de su parte para poder acercarnos más a nuestros anfitriones y conocer más a Jesús.
El objetivo se cumplió: sacarles una sonrisa a cada uno de ellos y poder acercarnos todos más a Dios.
Por la tarde teníamos preparado un “Concurso de talentos” en el que no hubo nadie que se quedara sin participar. ¡Ellos supieron cómo provocarnos una gran sonrisa a las misioneras! Todos se dieron cuenta de lo que valen y de que día a día todos aprendemos algo del otro, porque su condición no les ha quitado la alegría de vivir.
Para agradecer todo lo bueno que nos había pasado durante el día, tuvimos una Hora Santa. La noche de oración fue muy especial para todas, pero sobre todo para algunas de nosotras que íbamos a recibir brazalete y alguna que dio testimonio. Sin duda, fue uno de esos ratitos de oración que te marcan para siempre.
El ultimo día lo cogimos todas con más fuerzas y con las pilas recargadas, después de ofrecer el día a nuestra madre, la Virgen, que siempre nos acompaña y nos guía.
En el Centro nos tenían preparada una sorpresa de despedida que habían hecho con mucha ilusión, pero antes celebramos Misa a la que acudimos todos, transmitían felicidad y a través de ellos podías ver como te hablaba Dios.
Lo mas difícil de todo el fin de semana fue la despedida, en la que veías la cara de felicidad de cada uno de ellos y a la vez de tristeza por la separación, pero al montarme en el autobús de vuelta me di cuenta de todo lo que habíamos aprovechado esos tres días y de la experiencia tan bonita que nos llevábamos, para ponerla en practica en nuestra vida.
Me quedo con esta frase que me dijo uno de los chicos del centro: “Este es un largo camino con muchos obstáculos, pero no hay sendero por el cual, paso a paso, no se pueda avanzar.”
En el viaje de vuelta paramos a comer e hicimos un juego en equipos, después cada una de nosotras dijimos algo bueno que nos habíamos quedado o que habíamos aprendido de esa misión. Antes de llegar a Madrid paramos en Ávila para visitar el convento de las Carmelitas Descalzas de Santa Teresa de Jesús, que este año celebra su V Centenario.
Vuestra soy, para Vos nací:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Este lema lo he tomado de una poesía de Santa Teresa de Jesús, teniendo en cuenta todo esto, nos tenemos que preguntar el porqué de las cosas, porqué la Virgen te ha escogido a ti de misionera,¿qué quiere Dios de cada una de nosotras? Cada una de nosotras tenemos un objetivo en la vida, cada persona es llamada y esperada por Él.
Amalia Provenza