Amaneció La Hermida con cierto sopor, oprimiendo las nubes al sol, pero nadie se quejó. Despertábamos tras las marchas largas y agradecimos el merecido descanso que tuvimos, el cansancio se va notando en nuestras miradas, pero en nuestros ojos aún reina la ilusión de un nuevo día de campamento. La gimnasia del día logró que descubriéramos músculos que no sabíamos que existían; tras sendos estiramientos nuestro cuerpo y mente estaban en funcionamiento para enfrentarnos al mítico día de campamento, el día del Rommel.
El Rommel y Montgomery es un juego de estrategia que se prepara durante todo el día. Como siempre, el emotivo izado abrió oficialmente la jornada seguido de uno de los momentos más importantes del día, la oración. El desayuno precedió a la revista; las patrullas estaban nerviosas puesto que se va acercando el final del campamento y en este tipo de pruebas es donde se va decidiendo el ganador del campamento. Una vez acabada la revista nos congregamos en el patio y se explicó el juego de esta noche, el esperado Rommel y Montgomery que, con motivo de la ambientación del campamento, pasó a llamarse “Moros y Cristianos”. Una vez todo el mundo se hubo enterado de las reglas se separaron los bandos y se empezaron a trazar las estrategias que servirían de base durante la noche.
La comida, abundante como nos tienen acostumbrados aquí en Cantabria, pues nos ceban como si fueran las cabras que deambulan por aquí, hacedoras de queso; estuvo caracterizada por los cánticos de los bandos enemigos, animando a sus tropas y desmoralizando a las contrarias. Cada uno en su lengua.
La liga deportiva sacó una vez más nuestro lado más competitivo; la lucha está reñida y varios equipos optan al primer puesto. Una vigorizante ducha detonó la cuenta atrás para el tan esperado juego. Ya sólo se pensaba en la estrategia, las ganas casi nos traicionan más de una vez, el secretismo en este juego es clave. La Misa dio paso a la cena, donde continuaron los cánticos y actuaciones por parte de los mariscales y segundos de cada bando. Cenamos en un abrir y cerrar de ojos, el juego aun requería de preparación y teníamos el tiempo justo.
En la explanada preparada para la actividad se repartieron los cargos y se ultimaron detalles de las estrategias de cada bando, la emoción era máxima. Cuando la ONU señaló el comienzo a más de uno le entraron ganas de salir con el cuchillo entre los dientes a comerse a los rivales, pero las instrucciones dadas eran claras y se jugó con mucha cabeza fría. Nunca en Montañeros se ha visto un combate más reñido. La disputa acabó en tablas ya que se nos echó la hora encima y los más pequeños empezaron a dormirse en el campo de batalla. No obstante, quedarán anécdotas para la posteridad. Ese día cogimos la cama con especiales ganas ya que, al día siguiente, tocaba el día de multiaventura.