Día 2

SanFranciscoJavier

Día 2: 26 de noviembre

ORACIÓN INICIAL

Tú, Señor, encendiste en el corazón de Javier un celo ardiente por la salvación de las almas. Haz que, uniéndonos a Ti, prenda en nosotros ese mismo fuego apostólico que nos lleve a gastarnos y desgastarnos por el bien de nuestros hermanos. Por Cristo, nuestro Señor.

CARRERA UNIVERSITARIA EN PARÍS

Atrás queda el ambiente silencioso y recogido del castillo de Javier. Francisco tiene 22 años y va camino de París para iniciar sus estudios de Filosofía en la Universidad de la Sorbona. Encuentra allí un mundo bullicioso, prometedor, asombroso, donde cree que alcanzará esa grandeza que tanto ambiciona. Quiere convertirse en un ilustre clérigo, cargado de riquezas. Planea estudiar después Teología, ser elegido como obispo y volver a Navarra para ocupar un puesto importante.

El Colegio de Santa Bárbara será la casa de Francisco Javier durante estos años en París, lugar de “grandes encuentros”. Allí sabe rodearse de buenas amistades que le durarán toda la vida: la primera, la de su compañero de habitación, el futuro san Pedro Fabro.

Nuestro patrono se inserta en la vida universitaria, gana todos los campeonatos deportivos, acude a las salidas nocturnas en las tabernas donde se reúnen los más intrépidos y se entrega sin descanso a sus estudios. Él desea más, hay algo en sí que nunca se sacia y cree encontrarlo en la vida del mundo que el ambiente de París le invita a vivir. Pero pronto, Francisco Javier va a descubrir que está llamado a una vida mucho más grande.

¡Qué distinto este Javier del que años más tarde escribiría!:

“Muchas veces me vienen pensamientos de ir (…) principalmente a la Universidad de París, diciendo en la Sorbona a los que tienen más letras que voluntad: ¡cuántas ánimas dejan de ir a la gloria y van al infierno por la negligencia de ellos! Y así como van estudiando en letras, si estudiasen en la cuenta que Dios nuestro Señor les demandará de ellas, (…) muchos de ellos se moverían para conocer y sentir dentro en sus ánimas la voluntad divina, conformándose más con ella que con sus propias afecciones, diciendo: “Señor, aquí estoy, ¿qué quieres que yo haga? Envíame donde quieras. (…) Estuve cuasi tentado de escribir a la universidad de París, cuántos mil millares de gentiles se harían cristianos, si hubiese operarios, para que fuesen solícitos de buscar y favorecer las personas que no buscan sus propios intereses, sino los de Jesucristo…”.

Petición. Padre nuestro, avemaría y gloria.

ORACIÓN FINAL 

Señor Dios nuestro, Tú has querido que numerosas naciones llegaran al conocimiento de tu nombre por la predicación de san Francisco Javier; infúndenos su celo generoso por la propagación de la fe y haz que tu Iglesia encuentre su gozo en evangelizar a todos los pueblos. Por Jesucristo nuestro Señor.