Día 8: 2 de diciembre
ORACIÓN INICIAL
Tú, Señor, encendiste en el corazón de Javier un celo ardiente por la salvación de las almas. Haz que, uniéndonos a Ti, prenda en nosotros ese mismo fuego apostólico que nos lleve a gastarnos y desgastarnos por el bien de nuestros hermanos. Por Cristo, nuestro Señor.
EN JAPÓN
La etapa misionera de Japón comprende los años 1549-1551. En Japón, Javier afronta una situación diferente; el japonés era un pueblo intelectual y moralmente superior a los que antes había conocido: «Son los japoneses más sujetos a la razón de lo que nunca jamás vi en gente infiel, tan deseosos de saber que nunca acaban de preguntar y hablar…».
Comenzó predicando en las calles, pero pronto prefirió un trato personal en los domicilios, mediante conversaciones y disputas, en las cuales va apreciando la profundidad del alma japonesa. Al año de estar a su servicio, ya ha convertido a 150 personas en Kagoshima.
La siguiente etapa estuvo definida por el paso a la isla de Honshu, la más grande del Japón y sede de sus instituciones centrales. Javier quiere llegar al corazón del país. Ni el clima, lo más crudo del invierno, ni las dificultades de acceso a las distintas islas, le impidieron llegar a este pueblo, al que se entrego en cuerpo y alma, solicitando permisos para predicar y consiguiendo de las autoridades del lugar, licencias para que los súbditos pudieran convertirse.
“Jamás podría escribir lo mucho que debo a los del Japón, pues Dios nuestro Señor, por respeto de ellos, me dio mucho conocimiento de mis infinitas miserias; pues no conocí muchos males que había en mí, hasta que me vi en los trabajos y peligros de Japón…”
Él mismo escribió: “La humildad verdadera es camino obligado de todo crecimiento espiritual y condición necesaria de toda fecundidad apostólica: “…porque sin la verdadera humildad ni vos podéis crecer en espíritu, ni aprovechar en él a los prójimos
Petición. Padre nuestro, avemaría y gloria.
ORACIÓN FINAL
Señor Dios nuestro, Tú has querido que numerosas naciones llegaran al conocimiento de tu nombre por la predicación de san Francisco Javier; infúndenos su celo generoso por la propagación de la fe y haz que tu Iglesia encuentre su gozo en evangelizar a todos los pueblos. Por Jesucristo nuestro Señor.