Con el comienzo de curso, llegaron las convivencias de caridad y misión. Esta vez nos íbamos a pasar el fin de semana a Mejorada del Campo, donde está la parroquia del padre Curri. La mayoría de nosotros no teníamos mucha idea del plan ni tampoco sabíamos el fin de semana tan especial que nos esperaba.
Lo primero que hicimos el viernes al llegar, fue celebrar Misa con la gente de la parroquia y, como era el día de la Virgen de los Dolores, patrona de los mejoreños, hubo una ofrenda floral y la Iglesia se llenó de flores rosas que habían traído los fieles.
Más tarde, tuvimos una formación con el padre Curri y el grupo de jóvenes que dirige sobre la evangelización. Empezamos invocando al Espíritu Santo que se ha volcado con nosotros este fin de semana. Tras una breve presentación para conocernos, hicimos un rato de oración y compartimos entre todos como el Señor nos había tocado. Terminamos con unas palabras del padre explicándonos los pasos de la evangelización y animándonos a jugarnos la vida por Cristo.
Después de la cena y de un rato de oración con el Santísimo expuesto invocando sin parar al Espíritu Santo, nos arrodillamos de tres en tres para recibir la bendición y ser enviados. Y allí salimos, con tanto miedo como ilusión, a anunciar el Kerigma por las calles de Mejorada, donde esa noche todos celebraban las fiestas patronales. Y así, entre grupos de gente, música a todo volumen, copas bien cargadas, disfraces, bailes y gritos fuimos anunciando la palabra de Dios y acompañando a cada uno a la Iglesia. Poco a poco el Espíritu Santo también fue actuando en nosotros y dejamos de mirar nuestras inseguridades y respetos humanos para dejarle a Él hacer y, cuando le dejamos, hizo maravillas.
En la Iglesia nos esperaba el coro y un grupo de acogida en la entrada que nos daban velas para dejar al pie del Altar. Era impresionante ver a tanta gente dejando sus intenciones, preocupaciones y deseos a los pies del Santísimo, tanta gente arrodillada ante un trozo de Pan, tanta gente que buscaba y esa noche fue encontrada, tanta gente que se sintió querida por primera vez en mucho tiempo. Y es que el Amor de Dios es infinito y esa noche se derramó con generosidad.
Pero la evangelización no se quedó ahí, nosotros nos quedamos con ganas de más y el Señor estaba deseando tocar más corazones. Así que, de nuevo, dedicamos toda la mañana del sábado a evangelizar por las calles de Mejorada, donde las fiestas continuaban con unos encierros. El rato de oración nos dio fuerza para recorrernos de arriba a abajo y de un lado a otro todas las calles del pueblo. Y, aún conscientes de nuestras incapacidades, en nuestro corazón solo resonaba una petición: «un alma más Señor, solo dame fuerzas para un alma más».
Fue una mañana espectacular en la que el Señor se nos mostró en toda su grandeza y pudimos ver el gran milagro de su Amor en cada persona que entraba a la parroquia. Durante esas horas el Santísimo estuvo acompañado de familias, grupos de amigos, personas que venían solas, niños, adolescentes, jóvenes, adultos e incluso de un señor disfrazo de pollo. El Amor del Señor no conoce límites y ese día nadie salió indiferente después de contemplarle.
La tarde del sábado fue más descansada y aprovechamos para pasar tiempo todos juntos y para explicar un poco este apostolado y la misión que vamos a hacer este año. Finalmente, nos reunimos todos, el grupo de jóvenes del padre Curri y nosotros, para compartir como nos habíamos encontrado con Dios este fin de semana y qué era lo que más nos había ayudado estos días.
Al día siguiente, después de un rato de oración y de rezar el Rosario, pasamos la mañana en una residencia de señores mayores. ¡Cuánto disfrutamos con ellos! Conociéndonos, compartiendo anécdotas, cantando todo el repertorio del cancionero español o simplemente cogidos de la mano dándoles cariño. La mañana termino con la Misa que el padre Curri celebró para nosotros.
Por la tarde del domingo, llegó el segundo gran milagro del fin de semana cuando conocimos a Justo y la catedral que estaba construyendo. Justo es un hombre de noventa y dos años que ha dedicado toda su vida a Dios construyendo una catedral. Él es agricultor, no sabe de arquitectura ni de construcción. No tiene planos y usa como material lo que le donan. A pesar de ello, la catedral es enorme, cuenta con varias alturas y una cúpula que está en construcción. Justo es un hombre de Dios y de oración, que siente un amor hacia Virgen inmensurable y con una fe que no solo mueve montañas sino que también construye catedrales.
Y así, terminamos las convivencias y volvimos a Madrid. Con muchas ganas de darlo todo. Con el corazón en llamas, lleno del Espíritu Santo. Y con unos deseos enormes de prender el mundo con el fuego del Amor de Dios.
Siempre con María,
Caridad y Misión.