Evangelización octubre 2017

Con muchas ganas e ilusión empezábamos el nuevo curso, y con ello, por fin llegó la primera evangelización por las calles de Vallecas de Caridad y Misión.

Empezamos participando de la Santa Misa celebrando el día de San Bruno, fundador de la orden religiosa contemplativa de los cartujos cuyo lema es “Stat Crux dum volvitur orbis” (la cruz permanece estable mientras el mundo gira). Este santo nos recordó que, a pesar de que el mundo gira y gira, un mundo tomado por el pecado que cambia, se inquieta…; hay un punto fijo, un centro, un eje, que permanece para siempre, inamovible. Nosotros como apóstoles misioneros y de la mano de la Virgen María, pusimos a sus pies nuestras intenciones de permanecer firmemente unidos a Cristo para así poder llevar su amor por donde fuésemos.

Después y como no puede ser mejor de otra manera, tuvimos un rato de oración con el Santísimo expuesto. Un rato de intimidad con el Señor, de estar cada uno a solas con Él pudiendo poner los ojos, el corazón y la mente en su presencia.  El padre nos dio unos puntos por si nos ayudarían a la hora de salir por las calles anunciando el Kerigma. Hizo mucho hincapié en dos aspectos: confianza inquebrantable y contacto visual. Confianza inquebrantable en el Señor, como apóstoles e instrumentos suyos, no dejaríamos que los miedos, respetos humanos, vergüenzas, inseguridades… nos debilitasen nuestra confianza en Él. ¿Qué vamos a temer si tenemos a Dios con nosotros? ¡Tenemos la victoria asegurada!

Por otro lado, nos hizo reflexionar sobre la importancia del contacto visual, de mirar a los ojos a todo con el que nos crucemos, que fuese un contacto de corazón a corazón sabiendo que, si Dios les ama, ¿cómo no voy a hacerlo yo? ¿cómo no voy a llevarles el amor de Dios?

Así que después de empaparnos bien de su amor, y con el envío y bendición del padre, nos dispusimos a la misión. Igual que los apóstoles, cada uno estábamos en el sitio donde Dios quería, con una misión diferente: unos salieron en parejas de dos en dos invitando a la gente a pasar a la Iglesia a encontrarse con el Señor, otros se quedaron acompañando en la capilla y rezando en la retaguardia para soportar con oraciones la misión, otros poniendo a disposición sus dones cantando, otros en la puerta por si pasaba algún despistado…

Después de todo y con mucho mucho agradecimiento, podemos decir que el Señor reinó, al menos por una noche, en Vallecas. Él se encargó de hacer de las suyas y recordarnos una vez más que si nos dejamos y abandonamos en sus manos, hace maravillas.