Llevábamos meses esperando este día.
El 31 de junio las montañeros nos íbamos a aprender y a crecer: comenzaba nuestro ansiado campamento. Además, la emoción de este año era totalmente distinta a la de años anteriores pues el grupo de Montañeras Mayores había tenido que dividirse debido a la enorme cantidad de niñas que querían ir al campamento. Las de 4º ESO y 1º Bachillerato nos íbamos a Saint Lary, un lugar privilegiado en plenos Pirineos Francia.
Comenzamos la mañana celebrando Misa en el colegio con nuestras familias y el resto de campamentos. Tras el trayecto de autobús, llegamos a nuestro albergue maravilladas por las vistas, llenas de ganas de empezar.
Este año el campamento se ambientó en ser soldados de María, después del “entrenamiento” que aprendimos el año pasado, este año nos tocaba lanzarnos a ser luz.
Aprovechando que ya conocemos nuestras armas (que aprendimos el año pasado y son: Rosario, pañoleta, botas, cuaderno de oración, Cruz y sonrisa), este año nos hemos centrado en planear estrategias en las batallas para poder ser luz y alcanzar las virtudes de María. Las virtudes de María nos fueron prestadas como sus doce estrellas de la Corona, y cada día durante el campamento intentábamos conseguirlas.
Nuestras oraciones y reuniones por patrulla trataban de la estrella correspondiente a cada día, que eran: pobreza, mansedumbre, alegría, Apóstol, misericordia, corazón y fidelidad.
Durante este campamento María ha sido nuestra maestra y ha forjado nuestros corazones ayudándonos a parecernos más a nuestro Capitán y haciéndonos capaces de empapar de Dios a un mundo necesitado de su luz.
Fueron trece días intensos que disfrutamos todas mucho. Fuimos soldados que aprendimos a luchar en batalla. Íbamos alternando días de excursión, en las que, por mucho que nos costara llegar, siempre era recompensado nuestro esfuerzo con las espectaculares vistas de los Pirineos.
Los días que nos quedábamos en el campamento nos uníamos todas con una súper liga deportiva, que estaba muy reñida, y distintos talleres que nos hemos traído a casa.
Entre los días de excursión que nos enseñaban a perfeccionar nuestras virtudes y formarnos como grupo mediante el esfuerzo de la marcha, y los días de campamento en los que aplicábamos lo aprendido, hemos acabado siendo un ejército por el cual María sonríe.
Por las noches, acabábamos el día con veladas divertidisimas donde sacábamos a lucir nuestra creatividad o con juegos nocturnos, donde mostrábamos nuestro lado más competitivo.
Finalizando el campamento tuvimos un día que supuso un regalo para todas: fuimos a encontrarnos con nuestra Madre en Lourdes. Nos preparamos rezando durante la noche anterior con la vela de pañoletas, en la cual todo el campamento hace turnos para acompañar al Señor hasta la mañana siguiente. Fue efectivamente un regalo en el que María nos abrazaba a cada una como persona y a todas como grupo.
A Lourdes llegamos peregrinando junto con las Montañeras Medianas, pasando por Bartres donde celebramos la Eucaristía y aprendimos más de la vida de santa Bernardita. En el Santuario de la Virgen tuvimos la oportunidad de bañarnos con el agua del milagro de Lourdes, tener una Hora Santa y asistir a la solemne entrega de pañoletas: rojas, azules y amarillas.
El último día nos fuimos con pena pero con mucha ilusión. Pena porque vimos los trece días apasionantes y lamentábamos que todo hubiera acabado, pero con ilusión porque aplicaremos todo lo aprendido en casa. Como despedida tuvimos misa en el santuario de Torrecuidad y regresamos a casa con el propósito de ser Luz.
Desde luego, el Señor hizo un gran labor con nosotras este campamento.
Nos llevamos muchísimo aprendido en nuestro corazón y sentimos que hemos sido tocadas por la gracia de María.
Personalmente, me siento más hija de Dios que nunca y aunque pueda parecer que lo haya repetido mucho, quiero ser Luz. Iluminar y ser instrumento. Rezo todas las noches esta oración que fue el himno del campamento:
Lo demandó el amor y lo obedecieron,
Los requirió el deber y lo acataron;
Con su vida la cima Coronaron,
de Su mano el Cielo conquistaron.
Fueron grandes y fuertes por que fueron
Fieles a la promesa que empeñaron,
Y con su pañoleta murieron.
Por Cristo morir fue su destino
Amar a María, su pasión eterna,
Servir en su Ejército, su vocación y sino.
No quisieron servir a otra bandera
no quisieron andar otro camino
no supieron vivir de otra manera.
Carolina Eulate
Pañoleta roja, 4º ESO