Hoy todo empezó siendo una aventura desde el momento en que llegamos al Colegio Mater Salvatoris. Se podía ver en las caras de los niños y de los jefes de patrulla como todos teníamos unas ganas especiales de que llegase esta esperada excursión. Y a pesar de los avisos de frío invernal y lluvias torrenciales que nos daba el hombre del tiempo, no había nada que fuera a impedirnos coronar la montaña que íbamos a subir hoy y tener la posibilidad de celebrar una misa preciosa en lo alto de Cerro Minguete.
El comienzo de la marcha estuvo marcado por el ofrecimiento de obras y el silencio de oración, en el cual todos aprovechamos la oportunidad para rezar e intentar contemplar en silencio la belleza de la creación.
Una vez acabado ese periodo de oración, el ambiente se llenó de risas, chistes y conversaciones interesantes. Hubo por ahí alguna caída o “pase de baile de claque desintencionado” pero nada grave jejejeje. A todo esto, mientras los demás estaban alegres y despreocupados nuestros guías estaban un pelín nerviosos ya que era la primera vez que guiaban, aunque sabían que para lo que fuera necesario contaban con la ayuda del resto de jefes, porque, al fin y al cabo, eso es lo que es montañeros, una gran familia de jóvenes unidos por el deseo de guiar y acercar a los demás a Cristo.
Conforme íbamos siguiendo las sendas y caminos marcados por árboles con puntos rojos pintados nos fuimos sorprendiendo al ver que empezaba a aparecer nieve. Aunque no había ni rastro de la lluvia de la que tanto nos habían avisado, la nieve empezó a aparecer gradualmente por los senderos por los que íbamos.
Al principio sólo había pequeñas montañitas de nieve…pero se iban haciendo cada vez más y más grandes hasta que lo que se quedaba pequeño eran las zonas que no eran de color blanco.
Un poco cansados de estar andando sin parar decidimos hacer una pequeña pausa técnica en una zona más o menos llana, obviamente cubierta de nieve, para pasárnoslo bien y realizar una pequeña escaramuza de bolas de nieve. Digo pequeña porque, aunque no fue tan insignificante, la verdadera guerra de nieve comenzó cuando llegamos un poco más arriba, pero ya llegaremos ahí.
Después de habernos desfogado y habernos reído hasta que nos dolían las tripas nos pusimos en marcha otra vez, rumbo a la cima. Conforme nos íbamos acercando a la cima la niebla aumentaba, y lo que antes era un paisaje totalmente nítido, había sido sustituido por un horizonte blanco que se extendía en todas direcciones. Fue una pena casi no haber podido disfrutar de las vistas desde arriba en todo momento, ya que hubo momentos de “lucidez” en los que podíamos vislumbrar algo del paisaje que nos rodeaba. Sin embargo, eso nos impidió realizar nuestro grito y cantarle nuestro himno a la Vírgen.
Cuando estábamos bajando para encontrar un sitio para comer donde no nos congeláramos en el intento, nos encontramos a uno de los grupos de montañeras que también se disponían a coronar. Y, al llegar a un llano cerca de la cima, coincidimos con el resto de montañeras, y algunos jefes con sus respectivas patrullas decidieron coger bolas de nieve y acercarse lentamente a las niñas para realizar un ataque sorpresa. Fue un ataque rápido pero eficaz y después de haberlo realizado los niños corrieron rápidamente colina arriba antes de que las niñas pudieran organizarse.
Hubo un jefe que se quedó hablando un segundo con una de las Madres y otra de las jefas de las montañeras lo cual fue su perdición, porque aquí es donde la verdadera guerra de nieve empezó, aunque más que una guerra parecía una masacre, ya que todos los niños empezaron a lanzar bolas de nieve al jefe rezagado. Al principio éste las esquivaba, ya que tiraban desde lejos, pero se le acabó el chollo cuando los niños empezaron a acercarse hasta disparar a bocajarro contra él todas las bolas de nieve que tenían preparadas. Fue una experiencia muy graciosa.
Una vez firmada la paz y terminada la comida, nos dispusimos a realizar el descenso para poder llegar al sitio donde tuvimos la RxP con nuestros jefes sobre la Eucaristía y un poco más abajo tuvimos la misa junto con las Montañeras. Pero claro había que darse un poco de prisa para que no se nos echara la noche encima.
Fue una misa preciosa y una gran manera de poner final a la excursión de hoy. Aunque estábamos cansados, en el bus camino de vuelta a Madrid decidimos rezar el rosario y dar gracias a Dios por el fantástico día que habíamos tenido y al llegar a Madrid los jefes estuvieron jugando al fútbol con los chicos esperando a que sus padres vinieran a recogerlos.
En resumen, ¡un gran día que nos regaló el Señor, para seguir viviendo el MÁS, MÁS Y MÁS en nuestro día a día junto a la Virgen María!
Un Montañero