Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; después se acercaron a él y le decían: «Salve, rey de los judíos», al tiempo que le daban bofetadas. Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo voy a traer aquí para que sepáis que no encuentro ningún delito en él.» Salió entonces Jesús coronado de espinas y con el manto de púrpura. Pilato les dijo: «Aquí tenéis al hombre.» Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Replicó Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadlo, porque yo no encuentro en él ningún delito.» Los judíos le contestaron: «Nosotros tenemos una Ley y, según esa Ley, debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios.» Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. Volvió a entrar en el pretorio y preguntó a Jesús: «¿De dónde eres tú?» Pero Jesús no le respondió. Le dijo Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?» Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado.» Jn 19,1-11.
COMPOSICIÓN DE LUGAR
Contemplar la horrible flagelación del Señor o bien a Cristo, hecho una llaga de pies a cabeza, vestido con un manto púrpura y coronado de espinas, ante Pilato y el pueblo.
PETICIÓN
Descúbreme el valor de tu reino frente al atractivo y seductor reino
del mundo. Recíbeme Señor bajo tú bandera.
(1) El terrible suplicio de la flagelación (azotes con los flagelos que hacían cardenales y desgarraban la piel, la sal y el vinagre para reanimarle… «En su acusación contra Verres, cuenta Cicerón que, en un proceso, un tal Servilio fue rodeado por 6 lictores, con gran experiencia en golpear y herir. Ellos le golpearon cruelmente con vergas. Luego el 1o lictor, Sextio, volvió su verga en redondo y comenzó a dar latigazos en los ojos al pobre infeliz. Este cayó al suelo con su rostro y sus ojos hechos un río de sangre, pero a pesar de eso ellos continuaron golpeándole en los costados, aun después que cayó desfallecido… Entonces, reducido a este estado, fue sacado fuera de allí y de hecho murió poco después«. Flavio Josefo cuenta que siendo gobernador de Tariquea hizo azotar a un enemigo suyo hasta que se le vieron los huesos) el silencio de Jesús que afronta la terrible flagelación. Qué pensamientos pasan en este momento por la mente del Señor: Se volvería al Padre que siempre le escucha… Amad a los que os persiguen…Ofrece una vez más su vida…Pide el perdón y perdona a sus verdugos… y sobre todo «Esta es mi sangre derramada por vosotros«… sin quejas. Frente a como sobrelleva Jesús esta terrible prueba, se desata la crueldad de los verdugos…El dolor de Jesús, sin derechos, humillado, “No tenía apariencia ni presencia; (le vimos) y carecía de aspecto que pudiésemos estimar. Despreciado, marginado, hombre doliente y enfermizo, como de taparse el rostro por no verle. Despreciable, un Don Nadie. ¡Y de hecho cargó con nuestros males y soportó todas nuestras dolencias! Nosotros le tuvimos por azotado, herido por Dios y humillado. Mas fue herido por nuestras faltas, molido por nuestras culpas. Soportó el castigo que nos regenera, y fuimos curados con sus heridas. Todos errábamos como ovejas, cada uno marchaba por su camino, y Yahvé descargó sobre él la culpa de todos nosotros. Fue oprimido y humillado, pero él no abrió la boca. Como cordero llevado al degüello, como oveja que va a ser esquilada, permaneció mudo, sin abrir la boca” (Is 53,4-7).
(2) La corona de espinas, el Rey ha de estar coronado. Cristo es coronado con espinas. El terrible suplicio de la corona de espinas. No hay palabras para describir esos pinchazos terribles en la cabeza. Frente a estos sufrimientos, mis pequeños sufrimientos. La burla de los soldados. Jesús Rey, con Él practicaron el juego del rey (se jugaba en el enlosado. Allí estaban dibujadas las partes del juego. Normalmente era un esclavo el sujeto sobre el que recaían toda clase de infamias y golpes, incluso la muerte. Quien ganaba podía hacer lo que se le antojara sobre el pobre esclavo). Burlas a Jesucristo, le golpeaban con la caña, (Mt 27,27-30). Pilato pretendía, dentro de su cobardía y su falta de coraje, presentar a un Jesús, declarado por el gobernador, inocente que suscitara compasión…
(3) «Mirad, os lo voy a traer aquí para que sepáis que no encuentro ningún delito en él.» Salió entonces Jesús coronado de espinas y con el manto de púrpura. Pilato les dijo: «Aquí tenéis al hombre.» Aspecto de Jesús, coronado de espinas, con un manto de púrpura, con una caña a modo de cetro en las manos… ojos bajos, serenidad que inspira el señor, PAZ, HUMILDAD… heridas y sangre por doquier. En contraste con un pueblo que grita, que se burla, insulta al Señor. «He ahí al HOMBRE». Pilato no cae en la cuenta de lo que dice. Realmente es el HOMBRE, modelo para todos, que revela al hombre lo que es el hombre. En Él nos tenemos que confrontar. Es el Salvador, es el Redentor, es el Hijo del Dios vivo, es el amigo que nunca falla y se entrega hasta la muerte, es la Verdad, es la vida… y frente a Jesús, el HOMBRE, mis miserias, mis hipocresías, mis miedos, mis cobardías, mis mentiras, mis orgullos, mis soberbias, mis codicias, mis impurezas,… Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!» Amor entregado del Señor, que no recibe más que desprecios e injurias… ¡Crucifícale, crucifícale… es el grito terrible del pueblo que, instigado por los sacerdotes, rechaza a Cristo, RECHAZA A CRISTO y no se da cuenta de la gravedad de lo que hace. Amargura infinita del Corazón de Cristo, silencio de amor que habla. «Busqué consoladores y no los encontré… – ¿Quieres acompañar y reparar a Cristo?