VIERNES SANTO​

VIERNES SANTO

Se trata de acompañar a Jesús en su sufrimiento. Por eso se nos pide un gran recogimiento, si es posible silencio, porque estamos profundamente doloridos por la terrible muerte de nuestro mejor amigo. Este día no tenemos ganas de nada, es un día triste en el que podemos y debemos acompañar en la Cruz, a Cristo de la mano de nuestra Madre.

COMPOSICIÓN DE LUGAR

El monte Calvario. Vemos a Cristo crucificado entre dos ladrones. A los pies María, Juan y las santas mujeres. Contemplemos a Cristo crucificado. Sus llagas, los clavos, sus palabras, sus miradas, sus silencios…

PETICIÓN

Morir con Cristo. Jn 12,24 (el grano de trigo que cae en tierra y muere y da mucho fruto). Completar en mi lo que falta a la pasión de Cristo (Col 1,24) unir nuestros sufrimientos en estas circunstancias a los de Cristo. Pedir el perdón de los pecados. La Cruz es la Eucaristía llevada a su cumplimiento. La entrega hasta el final (Jn 13,1). “Cuando sea alzado atraeré todo…” (Jn 12,32)

Primer punto: El espectáculo que rodea a la cruz es carnavalesco. Una fiesta a costa de una ejecución. A costa de Cristo. ¡Cómo somos los hombres! Todos se divierten a costa de Cristo… le insultan, injurian. Los Sumos sacerdotes están acechando vigilantes con su hipócrita seriedad. Y delante de la Cruz de Cristo hay una Cruz vacía… Mi Cruz. La Cruz, hoy la Cruz de la enfermedad, de la soledad, del hastío, del confinamiento… La Cruz tiene una dimensión de desbordamiento en el padecer. Sufrimiento con sensación de inutilidad y sin sentido. Y sin embargo el lenguaje de la Cruz es para los judíos escándalo, y para los gentiles locura; en cambio para los que han sido llamados –judíos y griegos- fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1Co 1,23). ¡Señor, enséñame a vivir esto, qué difícil es a veces!

Segundo punto: Una de las palabras de Cristo en la Cruz es la tercera, Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Jn 19,25-27. La Madre-Corredentora. La única en la que descanso el Señor. Plenamente consciente de todo lo que sucedía. María ofrece a su Hijo y se ofrece con el Hijo para la Redención del mundo. En la Cruz el Señor nos dio, en testamento, lo más precioso que tenía (se entiende después del Padre), nos dio a su madre como madre nuestra. Es una nueva relación entre la Madre de Jesús y el discípulo, en el contexto mesiánico y eclesiológico de la Cruz. En el discípulo amado hay que ver -dicen los exégetas- el tipo de discípulo. S. Juan cuando habla de los discípulos se refiere a los «amigos del Señor», es decir los que están en comunión con el Señor por eso es el tipo de los discípulos. Así el discípulo del Señor es hombre de fe, que no tiene necesidad de pruebas. Es testigo del misterio de la cruz y al pie de la Cruz se hace hijo de la madre de Jesús como representante de los discípulos del Señor. María es la mujer, la maternidad (la cruz), la hora (este momento). En María nace el nuevo pueblo mesiánico que alumbra a sus hijos. Nace la Iglesia, nacemos nosotros. María es Madre, por tanto, de la Iglesia y al mismo tiempo es su modelo. Pero hay algo muy importante que debemos considerar «Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa». Es la relación personal del discípulo con María. El uso más corriente es llevar a María a su casa, pero hay que ir más allá. Supone acoger en fe a María. Y acogerla como Madre de la iglesia naciente y madre sobre todo del discípulo. Es María la que ha de engendrar al discípulo, la que ha de educar al discípulo, con el Espíritu santo y con un modelo extraordinario, Jesucristo. Es la madre. Y la primera lección que ella nos enseña a mirar al Corazón de Xto. Cuando Jesús le dice a su madre que ahí tiene al hijo, ella no puede dejar de mirar a su Hijo, tiene sus ojos clavados en Él. Sin embargo, cuando le dice al discípulo que ahí tienes a tu madre, éste instintivamente mira a María y aprende de ella a mirar, con todo el amor del mundo, al crucificado. «Mirarán al que traspasaron» (Za 12,10).

Tercer punto: La Cruz es un no poder hacer nada físicamente al estar clavado de pies y de manos. Sensación terrible de inutilidad, de vacío, de rabia, de desesperación (sin llegar a la desesperación). Y, sin embargo, la paradoja más grande, cuando menos se hace físicamente más fecundidad y fruto. Es el ofrecimiento de una vida, de un no hacer, de un dejarse clavar, de un dejarse llevar por Dios. Un claro ejemplo de la obediencia. Es el dejar hacer al amor de Dios de un modo pleno, sin ponerle obstáculos o barreras que le obstruyan… Unidos a Cristo, clavados en la Cruz con Él. Aparentemente no hace ni puede hacer nada y sin embargo está salvando el mundo. Es el momento más fecundo de su vida. La misteriosa sabiduría de Dios. 

Cuarto punto: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46). «Si no me voy no podrá venir a vosotros el Espíritu Santo”. Jn 16,7. La muerte como desprendimiento. No aferrarse a nada y dejarse en manos del Padre… Fidelidad a la misión sacerdotal de Cristo hasta el fin. La muerte de Cristo ha abierto las puertas para que el Espíritu Santo irrumpa en el mundo. También Cristo con los brazos abiertos acoge a todos los hombres y los presenta al Padre. Cristo muere en la Cruz. Los Padres han visto el nacimiento de la Iglesia del costado del Salvador al manar sangre y agua, símbolos de la Eucaristía y del Bautismo, los sacramentos que crean la Iglesia y renuevan a los hombres. Igual que del costado de Adán dios creó a Eva, ahora, del costado del nuevo Adán (Cristo) es creada la nueva Eva (la Iglesia) 

Quinto punto: Contemplar con María a Cristo muerto en la Cruz. Detenerse mucho en esta contemplación. A veces basta con mirar al Crucificado. El Señor inclina la cabeza. Se somete a las leyes físicas. Paz y serenidad del que ha vencido, calma infinita… reclinada su cabeza para atender mejor nuestras súplicas… Contemplad sus llagas, su cuerpo destrozado, el corazón traspasado abierto de par en par, por el que se nos ha abierto la intimidad con Dios… adorad con María, en silencio. Abrazados a Ella.


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