Jn 19, 25-27

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena.  Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»  Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

COMPOSICIÓN DE LUGAR

El marco no puede ser otro que el Calvario. Cristo en la Cruz y su Madre, con las santas mujeres y San Juan, el discípulo amado de Jesús. Contemplar mucho a Cristo, a María y Juan. Es como un triángulo en el que las miradas pasan de uno a otro, fijándose al final en María y Jesús.

PETICIÓN

¡Madre, que te acoja entre lo más íntimo e importante de mi vida!

* Estamos ante el momento cumbre del cumplimiento de la historia de la salvación. Aquí entra María de un modo extraordinario, asociada a la persona y a la obra de su Hijo. ¡Qué Madre tenemos! Para poder comprender mejor este pequeño pasaje debemos conectarlo con el de las bodas de Caná (Jn 2,1-12). Cuando Jesús se dirige a ella con la palabra “mujer”, está haciendo referencia a la “Hija de Sión”. Podemos aplicar a María, “Hija de Sión” el texto de Isaías: “Alza en torno tus ojos y mira; todos se reúnen y viene a ti, llegan de lejos tus hijos…” (Is 60,3-4) y contrastarlo con las palabras de Caifás: “Conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación». Esto…, profetizó que Jesús iba a morir por la nación – y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11,47-52). Aplicado a la Cruz, a este pasaje concreto, vemos que María, la Madre Sión, realiza lo que estaba profetizado, alza los ojos y ve a Juan y en éste se personifican a los “hijos de Israel” que en torno a Cristo y a María forman el nuevo pueblo, la Iglesia. María, por ser la Madre de Jesús, es hecha Madre de la Iglesia por encargo del que es cabeza de la Iglesia.

¡Es el momento de mi salvación, en el que voy a recibir gracias extraordinarias, a través de María! ¡Madre, enséñame a estar junto a ti en la Cruz, a acercarme a este misterio, a comprenderlo y sobre todo a acogerte como Madre!

** La segunda cuestión que nos interesa es la “hora” de Jesús, también de las bodas de Caná. Esta es la “hora” a que se refería Jesús cuando le dijo a su madre: “No es llegada aún mi hora”. Esta hora, que entonces no había llegado aún y que había anunciado, era la hora en que estando para morir ya, había de reconocer por madre a aquella de la que nació en cuanto mortal” (San Agustín). Jesús poco antes de morir en la Cruz, revela que su Madre, en cuanto “Mujer” (con toda la resonancia bíblica de esta palabra), será también desde ahora la Madre del discípulo, y que éste, como representante de todos los “discípulos” de Jesús, será ahora el hijo de su propia madre. Atención ¡Aquí estamos todos, vaya sorpresa del Señor, darnos a su Madre como Madre nuestra! ¡Qué maravilla, que idea tan genial, qué Madre…!

Se revela una nueva dimensión de la maternidad de María, una dimensión espiritual y una nueva función de María en la economía de la salvación. María.

Y la primera tarea del discípulo consistirá en ser hijo de María. Juan es la personificación de los discípulos de Jesús, me está personificando. Debo prender a ser hijo de María, a ser como ella un verdadero creyente. Pero si soy débil y perezoso para aprender. Sin embargo, a ti acudo Madre, porque sé que nunca me vas a rechazar.

Demos un paso más, la madre del Señor y el discípulo amado, representan a la Iglesia y a sus miembros. Juntos personifican a la Iglesia, aunque de manera diferente. El discípulo que Jesús amaba simboliza a los “discípulos”, es decir a los creyentes, a toda la Iglesia. María, la madre de Jesús, simboliza a la Iglesia misma en su función materna. Ella es el “tipo”, la imagen de la Iglesia y la madre de todos los creyentes. Después de recibir el título y la función de “Madre de Dios”, recibe el título y la función de “figura de la Iglesia-madre”. ¡María, Madre, María! ¡Ahí tienes a tú Madre!

Juan Pablo II nos dirá que su maternidad corporal con respecto a Jesús se prolonga en una maternidad espiritual hacia los creyentes y hacia la Iglesia. Lo hace mediante su intercesión, implorando para nosotros la efusión inagotable del Espíritu. María es la “omnipotencia suplicante” (San Bernardo), ella solo busca engendrar a Cristo en nosotros mediante la efusión del Espíritu Santo. Debo dejarme hacer por María.

*** “El discípulo la acogió en su casa”. Muchas veces se habla de que el discípulo se va a ocupar de la Virgen porque se ha quedado sola. Hay mucho más. La traducción más exacta sería: “la acogió como propia, como suya”. La acogió entre sus bienes espirituales más preciados, en su intimidad, en su interior, en su vida de fe, en fin la hizo madre suya en la fe. El discípulo pone en práctica en su vida misma lo que Jesús acaba de pedirle, es decir, hacerse hijo de María.

Sería interesante preguntarme ¿cómo acojo a mi Madre María? ¿La tengo presente en mi vida como madre? ¿soy un hijo bueno de semejante madre?


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