El 24 de abril las montañeras mayores volvimos una vez más a la montaña para aprender, crecer en la fe, ayudarnos entre nosotras, y conquistar la cima. Salimos del colegio Mater Salvatoris a las 8:15, y durante el trayecto en autobús compartimos anécdotas y hablamos de la ilusión con la que llegábamos a esta excursión, muy agradecidas de que se pudiese hacer. Según nos acercábamos a la sierra crecía la niebla, una vez bajamos apenas se veía a cierta distancia, por lo que tendríamos que ir muy pendientes del camino.
Cuando llegamos al inicio de la ruta, nos dispusimos a hacer el ofrecimiento de obras, donde tomamos el ejemplo de Soledad Pérez de Ayala, congregante del Mater Salvatoris que desde la enfermedad dejó que Cristo conquistara su corazón, para llevarle a otros.
Empezamos a subir, como siempre comenzamos con un ratito de silencio en el que cada una tenemos la oportunidad de empezar la ruta a solas con Jesús, y de repente nos asombramos por una enorme cantidad de nieve.
Decidimos parar un rato para tirarnos con la capa de agua como si fuera un trineo y lo pasamos muy bien; además también aprovechamos para jugar a otros juegos como el teléfono escacharrado, pero con mímica.
Llegamos a la cima donde sorprendentemente no había niebla, ¡un auténtico regalo! pues de esta manera pudimos disfrutar de unas vistas maravillosas para hacer el silencio de cumbres. Decidimos subir un poco más para terminar de coronar el pico del día y ahí cantamos el himno, y después bajamos a una zona más llana para comer.
Empezó a hacer mucho frío y viento, por lo que pensamos que lo mejor sería bajar a hacer la RxP a una zona más resguardada. Eso hicimos, y una vez abajo empezamos la RxP, y las formaciones, que en este caso trataba de las promesas a las que nos comprometemos en la ley montañera, compromiso que adquirimos al recibir la pañoleta roja. Luego subimos al autobús donde rezamos el rosario todas juntas, dándole gracias a la Virgen por este increíble día.

Volvimos al colegio, y cómo éramos pocas, tuvimos el privilegio de poder quedarnos a la misa de los jefes, cerrando el día de la mejor manera posible, ofreciendo por nuestras familias y por la Congregación Mariana. Acabamos llenas de energía y ganas para seguir siendo montañeras de María dónde y cuándo sea.
Martina Kipp